viernes, 27 de diciembre de 2013

Marc Pelaz

41°22′1″N
2°3′25″E
Es la actualidad, el alarido de la inmediatez, la que sacude como un huracán cualquier coherencia. Tarde o temprano ocurrirá. Por eso los hombres, cuando se organizan, tienden a buscar y plantearse formas de autoengaño. Trabajando en sistemas que perduren, e incluso intentar evolucionarlos. Se busca muy lejos, pero al final se suele encontrar aquí.


De esa vorágine, de la que solo muy de vez en cuando algún gran equipo suele escapar, debería aislarse su escuela de fútbol. Allá donde el trabajo sistematizado debería estar bien aislado; las urgencias del primer equipo deben ser incluso en ocasiones motivo para la permeabilidad. Los problemas reales llegarán cuando la formación deje de tener esa inmunidad, víctima de la división por la contradicción de pareceres. Entonces se traspasará la barrera del autoengaño, para la realidad de hoy, que es lo que debería ser, para cualquier labor de esmero que ya se pierde en el confín de los tiempos.

La gente tiende a relacionar el nombre de La Masía con un conjunto, que sería toda la cantera del FC Barcelona. Pero realmente ese es el reducto para unos pocos elegidos, o lo era. Allí iban a parar talentos escogidos por sus cualidades de muchos otros lugares, no solo de Cataluña. Así que conviene aclarar que el verdadero germen de todo es lo que se conoce actualmente como FCB Escola.

Todavía hoy, un par de sábados de cada primavera, niños de entre 6 y 11 años pueden acudir a las instalaciones del club para realizar una prueba que podría significar un cambio extraordinario en sus imberbes rutinas. Aunque ellos, incluso antes de imaginar una oportunidad en su club soñado, ya son el germen que aflora a la sombra de ese coloso que irradia su inspiración, como un flujo de ida y vuelta que entremezcla genética y cultura. A poco que uno observa, desde pre-benjamines ya se advierte, el primer paso está dado y solo hay que cuidarlo para los años venideros.

Hace poco tiempo que superó ese filtro, Marc Pelaz Ruiz (Barcelona, 19/9/2003) es el que se instala hoy en la percepción como un ensamblaje entre Andrés Iniesta y Cesc Fáfregas. En su transcurrir altivo con el balón se ve reflejada la más pura esencia de un estilo de juego que pregona la agilidad con el balón y no tanto la exuberancia técnica. Un jugador liviano, que dosifica sus movimientos impregnados de esa naturalidad y sencillez. Con ellas, a veces parece flotar entre un mar de piernas y hasta parece mentira que aún guarde oxígeno para definir con criterio.
Primero se anestesia al rival con la cantidad de pases conveniente, para acabar llegando por un pasillo creado o por una espalda bien descubierta. Marc domina ante sus coetáneos ambas facetas, la del gran pasador de la escuela y la del medio que ansía ver puerta. Y todo, con un estilo muy definido y a la vez convencional para su entorno. Es digno de observar, porque representa la aparición verdadera. La auténtica, porque se ha forjado allí al lado; porque es incipiente; y porque es la señal de permanencia que en ocasiones no se quiere recordar.

Foto: Ciudad Deportiva Joan Gamper (ESPORTIU.cat).

No hay comentarios:

Publicar un comentario